viernes, 12 de febrero de 2010

Un guerrero

En la escuela primaria a la que asistía, como en la mayoría de las escuelas gubernamentales de este país, existe un suceso que aun no entiendo y creo que no lo entenderé jamás: Las escuelas están divididas.

En efecto, en un lado de la escuela que tenía su propio patio, estaban los alumnos de “la roja”, y no por tendencia política, sino porque su uniforme era de ese color. Del otro lado de la misma escuela, también con su patio, se encontraban los de “la azúl”.

Obviamente que esa división generó en los alumnos un sentimiento muy tradicional: el de territorialidad y amor por sus colores lo que implicó competencia, rivalidad y hasta cierto odio hacia los que no portaran el mismo color de uniforme.

Esa rivalidad entre uno y otro bando, generaba pequeñas batallas que iban desde lanzamiento de papeles, insultos, piedras, globos con agua hasta la defensa de los profesores de cada sección.

No obstante, esas batallas no se comparaban con lo que ocurría todas las mañanas antes de que tocaran la campana que anunciaba el momento de hacer la acostumbrada fila de los grupos, y me refiero a la guerra de guerras: el partido de futbol mañanero entre ambos colores.

Pero este partido no lo podía iniciar cualquiera, como tampoco cualquiera podía participar en él. Estaba reservado para los más grandes, los más antiguos, los más fuertes: “los de sexto de primaria”.

Yo no formaba parte, aún, de ese selecto grupo de guerreros de sexto grado que se partía el alma todas las mañanas por el orgullo de su color, en mi caso, el “azul”. Pero siempre veía ese juego con la ilusión de que un día sería parte de ese grupo y que metería muchos goles.

No obstante, todas las mañanas estaba atento del juego junto con muchos otros niños de ambos bandos, ya que al sonar la campana que avisaba el momento de hacer fila para los honores a la bandera, todos los alumnos de ambos bandos, del grado que fuera, podían entrar al campo a intentar meter ese último gol que daba al ganador; y es que no importaba el marcador inicial, solo ese último gol, el del vencedor.

Uno de esos días, me encontraba como de costumbre viendo el partido de los de sexto grado esperando que tocara la campana para entrar al campo a repartir patadas; de pronto uno de los tiros de los de mi equipo paso rozando una de las mochilas que hacían las veces de la portería. Corrí por el balón para regresarlo al campo pero el portero de los contrarios, más grande y fuerte, llegó primero por el balón y no permitió que lo pateara de regreso; por el contrario, me hizo a un lado con su brazo derecho, me miró con odio, y desde sus entrañas hizo una aspiración con la nariz y garganta para luego con la boca escupir una sustancia viscosa y verde hacia el suelo.

Después de ese acto tan sofisticado, me dijo:

- “Cómetelo”. - Esbozándo una sonrisa burlona y regresó a su portería con el balón en las manos.

Me quedé atónito y con coraje. Humillado, pensé que algún día cobraría esa afronta.

Lo que nunca imaginé fue que sería muy pronto, ese mismo día. Al sonar la campana vino el acostumbrado desbordamiento de pasiones futboleras y todos entraron al campo a patear la pelota en ayuda de sus colores. Yo no fui la excepción y salté cual gacela escapando del león al campo de batalla.

Éramos tantos que difícilmente podías tocar el balón. Te conformabas sólo con sentir la adrenalina que corría por tu cuerpo por el sólo hecho de estar allí. Eso ya era bastante.
Yo buscaba con ahínco el balón entre tanta patada de ambos bandos; el tiempo apremiaba; empujones, codazos, zancadillas y creo que hasta piquete de ojos y ombligo era válido para ganar esa guerra. La campana sonaba con más fuerza y ritmo.

De pronto, ví que el balón llegó a mis pies, a mis tenis panam azules. Estaba cerca de la portería contraria y lo único que hice fue detenerlo y ponerlo en dirección de esa portería. Varios gritaron: -¡Tira, tira!-. Otros más: -¡Pásala, pásala!- No sabía qué hacer, fue un instante tal vez uno o dos segundo. Levanté la mirada y ví al portero, ese que momentos antes me había sobajado vilmente. De pronto, un silencio absoluto a mi alrededor. Estábamos frente a frente. No había muchas esperanzas. La lógica decía que el guerrero de sexto grado de los de la roja destrozaría y se comería los cachitos del osado pequeño de quinto que se quiso convertir en héroe y guerrero de la mañana.

Al verlo acercarse, tomé la decisión: Tiraría a la portería con todas las fuerzas de mi corazón. Y así fue, mis panam azules chutaron el balón. No supe si cerré los ojos en ese acto o si miré toda la trayectoria del disparo. Lo cierto es que segundos después el balón entraba a la portería marcando el gol del gane. Tal vez el disparo fue muy fuerte, pero yo miré que entraba lentamente.

El grito de gol resurgió en los “azules”, empuñando una señal de victoria. Los “rojos”, con tristeza, acallaban su derrota y se iban a un largo día de escuela, pues no era lo mismo regresar al salón con una batalla ganada que con una dolorosa derrota.

Y la verdad aún no sé si disparé sólo por deshacerme del balón, por miedo a una entrada criminal del portero a mis infantiles piernas, o por el coraje de cobrar venganza del insulto recibido por ese portero. Lo cierto es que, fuera por cualquier motivo, conseguí marcar el gol del gane.

Yo brincaba feliz y varios compañeros se acercaron a felicitarme. Incluso, los de sexto grado. Era el día más glorioso de mi vida. El sabor del triunfo en mi alma, y el orgullo de haber sido el artífice del mismo,  iluminaron de alegría todas las horas de ese día.

Pero antes de dirigirme a la fila de mi salón, me acerqué con varios amigos al portero rival, ese que se había burlado minutos antes y, con la seguridad y confianza que dan los triunfos en la vida, en forma despectiva escupí sólo saliva al suelo e implore:

-Cómelo tú.-

4 comentarios:

MiHita dijo...

wwwooooowwww


me encantooooó :)

el héroe del dia...te juro que vi cómo entraba el balón despaciiiitooo


saludos!!!

Apolline dijo...

jaja que bien :)
me gusto XD
jamas en mi vida he podido meter un gol ¬¬

besos

ѕocιaѕ dijo...

Ahh que increible! El sabor de la victoria y de la venganza, pocas veces se nos da el poder vengarnos de esa forma y tu lo lograste, para que se le quitara a ese "grandulon",me imagino lo que sintio al ver que era un niño de 5to el que hacia que se comiera sus palabras xD
Muy bueno

Cl@udette dijo...

Jajajajaj bien hecho.....

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