Ese miércoles 23 de marzo de 1994, regresaba de la Universidad, junto a mi hermano, en el vocho blanco que mi papá nos prestaba para transportarnos. Los miércoles salíamos más temprano de clase pues sólo teníamos una que también tomábamos los sábados.
En esa época no escuchabámos noticias por la radio, por el contrario, poníamos un cassete en el autoestéreo para oír a todo volumen nuestra música.
Al circular por las calles de la ciudad de México, nos percatamos que la gente que caminaba por las mismas se notaba nerviosa, ansiosa, temerosa... muy rara.
Llegamos a la casa y saludamos a mi abuelo que estaba con nosotros pues mis padres habían salido de viaje y él se quedaba a "cuidarnos". Lo vimos que terminaba de arreglarse y que portaba su clásica camisa gris de cuello de tortuga, un pantalón negro y su típico saco de piel color "miel". Vestía así en ocasiones especiales (bodas, 15 años, bautizos, fiestas e incluso velorios). Ese día nos dijo que acudiría al velorio de su hermana Isabel.
Lo vimos que tomó camino no sin antes decirnos que viéramos la tele, especialmente las noticias porque habían matado a algún personaje fuerte de la política.
Prendimos la televisión y ¡oh sorpresa!, estaban anunciando el asesinato del candidato del PRI a la presidencia de la República, Luis Donaldo Colosio. Sobra decir que no lo podíamos creer. Toda la tarde y noche pegados en la tele viendo cómo "la señora del buen decir" (creo que así le decían en Televisa), Talina Fernández, buscaba la primicia de la nota roja.
Hacíamos conjeturas, al igual que la sociedad, y concluimos acusando al entonces presidente Salinas y a diversos personajes de la política de ese asesinato.
Pensamos que México estaba en el hoyo, que ya había llegado muy bajo. Nos atemorizamos. Qué otra cosa peor le podía pasar a México, creímos que ya ninguna. Obviamente el occiso fue elevado a rango de mártir político y fungió como bandera del PRI para las siguientes elecciones federales. Lógico que fue un respiro para ese partido que ya daba "patadas de ahogado" y estaba perdiendo votos desde las elecciones en que surgió ganador Carlos Salinas. Lo anterior valió para que el PRI ganara, por última vez, la presidencia con su candidato emergente Ernesto Zedillo.
Ayer, 14 años más tarde de aquel suceso, otra nota histórica y de gran peso político: Muere Juan Camilo Mouriño, Secretario de Gobernación, en un avionazo por los rumbos de Reforma y Periférico. ¿Accidente o atentado? ¿Un nuevo mártir en el gobierno federal aunque de otro partido? (aunque el PAN ya tenía a Clouthier) ¿Qué falta para que México avance y deje de ser aquel país del siglo XVIII y XIX que se caracterizó por asesinatos de Presidentes y vicepresidentes; traiciones, planes de gobierno, levantamientos en armas para derrocar un gobierno? Y ni qué decir del siglo XX. Con todo esto, los tiempos de ahora parecen, en el fondo, iguales a los de antes. En verdad que en estos menesteres no añoro lo de antes pues lo vivo actualmente. ¿Cuándo creceremos, pobre México?
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