¿LO RECUERDAN?
Cuando era niño quería tener múltiples habilidades o superpoderes. Efectivamente, en mi infancia ochentera quería volar como Peter Pan (pues tenía un estilo muy distinto al de los superhéroes), hacerme invisible o poder respirar dentro del agua como Aquaman, e incluso sacar rayos de mis manos o más aún brincar como spider man de edificio en edificio.
Pero había uno que también llamaba mi atención. Hacerme chiquito. Y es que a raíz del comercial ochentero de Baygón Verde (el de la imagen de arriba), me ilusioné con recorrer cada rincón de los lugares inóspitos, aquéllos donde no podemos llegar debido a nuestro tamaño. Y es que ese gusto también llegó gracias al Chapulín Colorado y sus pastillas de chiquitolina o incluso al jarocho Ratón Crispín (interpretado por Luis de Alba) cuando se "comía su quesito, se apretaba su ombliguito y se hacía chiquitito".
Obvio que nunca lo logré. Pero eso sí, cuando llegaba el fin de curso y tenía que enseñar la boleta de calificaciones a mis papás la dejaba en su mesa o cama y en chinga me hacía chiquitito pero abajo de mi cama. Claro que no funcionó y siempre me encontraron.
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