No soporto a la gente "confianzuda". Menos a los "doblemoralistas". Y menos cuando la misma persona tiene ambas "cualidades".
Peor aun, me choca el "confianzudo y doblemoralista", cuando ni siquiera lo conozco. No sé si ahí pueda encuadrar aquél que, para romper el hielo, saca su aire “machista” y hace un comentario que él (en su mente retardada) cree, que por que tú también eres hombre, le vas a seguir la plática pues ya “roto el hielo” con su “fino comentario” podrá plantearte con mayor confianza cuestiones del trabajo.
El caso es que en esta semana tocó a mi puerta, sin anunciarse primero con mi secretaria (y no porque sea yo muy importante sino por educación, un tipo dizque doctor en derecho al que le dicen “el español”, según me enteré gracias a otros compañeros después de esa “agradable entrevista”.
Debo dejar claro que jamás en la vida lo había visto y menos aun había cruzado plática alguna con él, en pocas palabras, no sabía de su existencia.
Entró sin tocar, me saludo y se dirigió hacia mi como si lleváramos años y fuéramos los mejores amigos desde entonces. Eso, ni en los perros ocurre, pues ellos primero se miran y se acercan cautelosamente, luego poco a poco se van oliendo su colita, sus partecitas, el hocico y si se entendieron pues se ponen a jugar y si no pues se empiezan a montar y pueden llegar hasta la pelea. Obvio que yo no quería ni olerle ni que él me oliera nada lo que quería es, como todo ser humano normal, mantuviéramos nuestra distancia y poco a poco aligerar la plática.
No obstante, el confianzudo éste, me llamo por mi nombre, aplastó su enorme y apestoso trasero en una de mis sillas de invitados y medio recostado tipo estrella de hollywood, cruzó las piernas, acomodó sus lentes como todo buen erudito y ahí empezó la agonía con su plática.
Para no hacer el cuento largo, su visita se debió a que quería medio saber cómo se iba a resolver un asunto jurídico, un asunto laboral para mayor precisión. Debo decir que en mi trabajo yo elaboro proyectos de sentencias laborales y en las que me doy cuenta las injusticias que se llevan a cabo contra los trabajadores, con sus excepciones claro está.
Él, por lo que me percaté, era abogado del patrón que solicitó la baja de un trabajador porque le habían perdido la confianza (típica forma de correr a alguien). Al platicar sobre “su asunto”, manoteando y con ciertos o bastantes aires de grandeza, me indicó que su escrito estaba perfecto, que lo habían elogiado y felicitado sus jefes y demás estupideces que ya no sabía ni cómo callarlo. Tenía un ego bastante grande, hablador y hablador.
Pero lo que dio al traste, que para ese momento no aguantaba un momento más su plática, fue cuando me comentó:
- Le perdimos la confianza a ese trabajador porque ordenó un pago, como productor del programa televisivo, sin solicitar autorización de sus superiores.
- No me diga (yo trataba de mantener la distancia y el respeto) y a quién? (mientras pensaba: como eres idiota, si el trabajador es el productor del programa, tenía plenas facultades para llevar a buen término la grabación del mismo y entre estas facultades está la de autorizar pagos aun sin previa autorización, por algo era el productor)
- A la conductora del programa.
Y aquí vino lo que terminó de destrozar esa hermosa mañana de trabajo.
- Por cierto, ¿no las has visto? Estaba buenísima “la pinche vieja esa. Una cinturita y unas nalgotas que no mames,”. Me dijo.
- No, nunca ví ese programa (le contesté con tono serio)
No sé si el comentario “fino” lo hizo para romper más el hielo, o porque creía que ya éramos los grandes cuates por esos 5 largos y desesperantes minutos o por alguna otra circunstancia, lo cierto es que colmó mi paciencia.
Le dije que tenía mucho trabajo y que me esperaba una junta precisamente en ese instante, pero el idiota que no entendió el mensaje, me dijo:
- Oye luego te visito para comentarte el otro asunto que estoy llevando. A modo introductorio sólo te digo que ese otro trabajador es un cochino degenerado. Vimos un correo electrónico de él encuerado con otra vieja, como ves?
Eso terminó, en definitiva, con mi paciencia. Pensé que era el colmo: este hijo de su… “Pink Floyd” primero se aventó un comentario machista y sexista ante mí, una persona a la que había tratado escasos 5 minutos y luego tiene el descaro de soltarme otro completamente opuesto. Doble moral de este tipejo.
Por eso, odian a los abogados y no es para menos.
Si luego me lo platica señor licenciado- Le contesté ya en la puerta donde casi a empujones lo estaba corriendo.
Cerré la puerta y sólo pensé qué onda con este güey.
No me espanto ni mucho menos por lo que me dijo. Quiero pensar que el primer comentario lo soltó para “medirle el agua a los tamales” (como se dice en mi pueblo) y ver mi reacción y así “entrar en el mismo canal de plática interesante”. También pensé si este tipo es de los clásicos “doble moral” convenencieros según la persona, el lugar y la situación. Llegué a la conclusión que era esto y más.
Qué asco. Lo que menos quiero es que llegue este tipo de personas (abogados, ingenieros, trapecistas, médicos, hombres, mujeres o quimeras) a mi oficina.
Ya puse sobre aviso a mi secretaria para que, aunque le lleve flores y chocolates, no lo deje entrar y si eso pasa, se queda ella con él adentro oyendo la sarta de tonterías que salen de su boca, mientras yo me voy tranquilo por mi cafecito.
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